Desde temprana edad, cursando los primeros años de la adolescencia, sentí el verdadero llamado a la vocación médica para ayudar a los más necesitados. Estudié en la Universidad Nacional de Córdoba con inmenso orgullo.
En ese caminar, mi madre enfermó de cáncer y los miedos mentirosos me paralizaron. Allí aprendí que la vida de primera clase empieza donde termina tu zona de confort.
Alejándome del ruido y del caos, encontré el silencio y la tranquilidad que me recordaron quién y qué estaba destinada a ser.
Me formé en Medicina Familiar y General, y luego, en el intento de aportar a la transformación del trabajo, me inicié en el camino de la Medicina Laboral.
Con el tiempo, aprendí que las verdaderas riquezas se consiguen viviendo en las nobles virtudes del coraje, la honestidad, la empatía y la integridad.
Cuando veo en los ojos de un paciente que estamos logrando el inicio de un cambio para su bienestar y salud, sé que estoy en el camino correcto.
Ponerme en el lugar del otro me ayuda cada día a recibir con templanza a quien lo necesita: mi paciente.